domingo, 4 de julio de 2010

PÍLDORAS DEPRESIVAS

Me ha dicho un amigo psicólogo que algunos de sus colegas se están pensando utilizar una nueva terapia para la depresión. Imagino que será una coña. Pero a mí me funciona: dejar de ver los telediarios.

Pensadlo... ¿Realmente os informan...? Podéis leer toda la prensa que queráis y consultar toda la información por internet. ¿Os sugieren algo?... Las noticias cada vez están tratadas desde un punto de vista más superficial, para mi gusto... (Creo que si todos hiciésemos memoria, estaríamos de acuerdo en este punto). ¿Modificia vuestras opiniones?... Las mías desde luego no. No voy a cambiar de opinión por cuatro informaciones superfluas y redundantes, la mayoría de las veces. En definitiva, cuando acaba el telediario...¿habéis aprendido algo nuevo?...¿ha cambiado algo?... O, por el contrario, notáis un cierto regusto amargo en la boca... Como si se os hubiera atragantado un trozo de realidad...

A mí me pasa que se me ocurrió pensar sobre esto. Y me di cuenta que, como mucho, lo más que consigo sacar de los "noticiarios" (me encanta esta palabra) es tristeza. La amargura del que se da cuenta que todo es ya un espectáculo, que queremos que lo sea, que nos conformamos.

Creo que deberíamos empezar a hablar de píldoras televisivas, pero para referirnos a las pastillas que nos tendrán que recetar -y sin dejar pasar mucho tiempo- para recuperarnos. Salir de la abulia de esta realidad espectaculizada y desvalorizada. Llamadme crítica, exagerada, agorera... No importa. Lo único importante es que ni tú ni yo nos deprimamos...

Así que si los psicólgos ya hacen bromas con este tema... quizás...

El ágora futbolístico

Ayer la ciudad se quedó desierta. Está naciendo una nueva oleada de emigrantes. Los que emigran de sus vidas a las de los futbolistas. Los bares son las nuevas ciudades prósperas y felices de nuestra era. Las pantallas de televisión son la entrada al nuevo olimpo de los dioses. Donde casi todos encuentran la redención a sus pecados y la respuesta a sus desdichas. Mientras algunos resistentes leen, reflexionan y se lamentan, la mayoría descubren la vía más rápida para llegar a las ciudades de la felicidad. Estas modernas metrópolis están gobernadas por chicos en pantalón corto. La divinidad suprema es el balón. Una nueva religión de fácil adopción, sin biblias, sin reglas... Sin testamentos.

jueves, 1 de julio de 2010

Telehipnosis

Incontables las veces que he intentado llamar la atención de alguien cuando estaba sentado frente al televisor, sin que se inmutara. Es una sensación sumamente desconcertante, porque no te habías planteado que esa persona estuviera sorda como una tapia. Se queda en trance. Por mucho que intentes llamar su atención, gritando, poniéndote frente a la pantalla... parece que está abducido.

Pues resulta que, según he leído esta tarde, cuando vemos la tele, nuestros ojos se inmovilizan. Quizás es algo mundialmente sabido por todos. Yo no tenía ni idea... ¿Por qué se inmovilizan? Porque el ojo al tener que moverse tan rápido para seguir la secuencia de puntitos que conforman la imagen (525 veces una línea, 30 veces por segundo), llega un punto en que se queda quieto. Físicamente, no sé exactamente cómo funciona, y tampoco creo que me interese mucho. Lo que sí me ha llamado la atención es que los ojos al inmovilizarse, también se desenfocan. Y este hecho pone a las personas en un estado de trance, también llamado ALFA.

Un estado de semiconciencia, en el que estamos especialmente susceptibles de ser influenciados...

Así que esa sensación de que han abducido al que tienes al lao cada noche a la hora del fútbol, de la peli, del tiempo... no es que seas muy sutil o susceptible o que te emparanolles, es algo real, físico.

Sin embargo, los adultos son capaces de sobreponerse a ese estado semiconsciente, frente a los niños y los adultos que no tienen la capacidad de mantenerse despiertos frente a la influencia de la pantalla. Aunque esta afirmación de capacidades, personalmente, después de haber visto demasiadas abducciones de gente con unos añitos, diría que debe ser que muchos adultos siguen siendo niños... o perezosos.

Ahora que lo pienso, si todo esto es científicamente demostrable... ¡Quizás no tengamos voluntad como espectadores, no podamos evitar ser borregas!... Ummmm... ¡Qué va, qué va! Es que nos gusta seguir dormidos...